La guerra contra los periodistas en México

El periodismo tiene sus riesgos, pero algunas veces esos riesgos son peores cuando grupos criminales cometen ataques directos contra los profesionales de la información.

Eso está pasando ahora en México, principalmente en estados como Guerrero, Tamaulipas, Veracruz, Michoacán e incluso la Ciudad de México.

En esos puntos, el crimen organizado no quiere que nadie revele sus actividades y obstruyen la labor de los medios.

Sólo durante el gobierno de Javier Duarte en Veracruz, la asociación Artículo 19, informó que 15 reporteros fueron asesinados.

El más reciente caso es el Anabel Flores Salazar, de 32 años, quien laboraba como periodista independiente. Fue secuestrada en Orizaba, Veracruz, y dos días después su cuerpo fue encontrado en Puebla, en el kilómetro 1+580 de la carretera Cuacnopalan-Oaxaca.

Además de asesinatos, Artículo 19 repotó que 23 periodistas han desaparecido en México durante los últimos 12 años, de 2003 a 2015, es decir dos por año. Este es el país con más casos de este tipo.

“Tamaulipas es la entidad con más casos, con seis; le siguen Michoacán y Veracruz, con cuatro cada uno”, se indicó en el reporte de la organización dado a conocer el pasado 8 de febrero.

Agregó que de esos casos, en al menos 3 de 5 hubo algún tipo de amenazas, aunado a que en el 96 por ciento, las víctimas estaban indagando temas de corrupción o seguridad pública.

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El Comité de Protección de Periodistas actualiza anualmente un mapa de los países de mayor riesgo para periodistas, donde México está señalado como uno de los más peligrosos.

Asimismo, el portal “Periodistas en riesgo” desarrolló un mapa para ubicar y alertar por los asesinatos de periodistas. Los datos arrojan que en 2015 se confirmaron siete homicidios, principalmente en Oaxaca y Veracruz, incluyendo la muerte del director de un periódico en el último estado.

“(Son) siete casos en los que aún existe impunidad y en los que se advierte una voluntad muy pobre de las autoridades para investigarlos”, señala la investigación.

En 2011, en Tijuana, Baja California, estuve en una reunión con el entonces Cónsul de Estados, Steven Kashkett, y colegas de diferentes medios de comunicación, incluyendo radio, televisión, prensa escrita.

En aquel momento, esa entidad, Chihuahua, Nuevo León y Tamaulipas eran las peores para periodistas, ya fuera reporteros, editores, fotógrafos o directivos.

Durante ese tiempo, la revista Zeta y sus periodistas fueron amenazados o atacados por el crimen organizado.

Un día, los reporteros tuvieron miedo de responder a los llamados para cubrir un homicidio o hechos relacionados con cárteles, confesó una de las asistentes a la reunión.

Agregó que cuando escuchaban que algún colega desaparecía, los demás tenían la certeza de que aparecería muerto a los pocos días o que jamás volvería a saberse de él o de ella. Fue de los peores momentos para el periodismo.

Hasta ahora he hablado sólo de asesinatos o gente que ha sido desaparecida, pero hay también amenazas constantes o golpizas –incluso promovidas por servidores públicos–  hacia periodistas, sobre todo cuando están en coberturas sobre el crimen organizado.

En 2014, el Comité de Protección de Periodistas (CPJ, en inglés)publicó el reporte Ataques a la prensa: periodismo bajo fuego cruzado, fue incluido el artículo “Grupos armados controlan Neza y la prensa en los suburbios del DF”, escrito por Mike O’Connor. El texto aborda las amenazas en contra de reporteros que ejercen su labor en parte de la zona metropolitana de la Ciudad de México.

“La cobertura informativa en los estados en donde los carteles están ganando influencia o control se vio dañada por el mismo problema que mantiene a la Ciudad de México desinformada sobre lo que está sucediendo en Neza: los reporteros de los estados con frecuencia no pueden informar sobre las noticias reales porque están amenazados por el crimen organizado”, escribió O’Connor.

El Comité ha documentado, de 1992 a 2015, el homicidio de 32 personas que se dedican a la profesión de informar.

Entonces, la guerra del crimen organizado no es sólo contra el gobierno –cuando éste decide enfrentar a los criminales–, sino también contra los periodistas.

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